viernes, 8 de enero de 2016

Reflexiones sobre la muerte

Nos encontraremos en la última encrucijada, Peer;
veremos al final… No digo más.

Peer Gynt, acto V, cuadro décimo, Henrik Ibsen

En la antigüedad la muerte era tan compleja y misteriosa como lo es hoy. La muerte no perdona, se lleva a todos por igual. Según los griegos, todos iban al inframundo al morir, las buenas personas a los Campos Elíseos, las malas al Tártaro, pero todos compartían un destino común. El cristianismo, por otro lado, nos ofrece una alternativa, una nueva vida, ya sea de gozo eterno o de sufrimiento sin fin, dependiendo de cómo hemos cuidado la integridad de nuestra alma. Sin embargo, una de las interpretaciones más interesantes que he encontrado de la muerte nos la ofrece Henrik Ibsen en su obra de teatro "Peer Gynt". Al final de una vida llena de aventuras, engaños, decepciones y triunfos personales, Gynt se enfrenta con una figura enigmática que le sigue durante los cinco actos de la obra, al cual conocemos sólo como "el fundidor". La labor de éste espíritu es recoger el alma de Gynt y fundirla de nuevo, con el fin de borrar toda memoria que el mundo pueda tener de éste hombre y crear una nueva alma, una que tenga la oportunidad de empezar desde cero. El terror de Gynt lo lleva a pedir nuevas oportunidades, a buscar un medio de salvarse. No puede aceptar el hecho de que desaparecerá por completo, que su individualidad se verá violada y mezclada con tantos otros que tampoco supieron aprovechar su vida. Al final, Gynt encuentra el único recurso que logra salvarlo, pero las palabras del fundidor son contundentes... volverá por él.

Dibujo: Gerardo Pacheco, Sin título.


Quizá lo que más nos asusta de la muerte no sea el dolor, el abandono por parte de otros, o cualquiera que sea la imagen que tenemos de ese extraño final. Lo que verdaderamente nos aterra es la incertidumbre, el no saber que hay más allá de la existencia terrena. ¿Hay una vida eterna, un Cielo, un Infierno, un Tártaro? ¿Hay acaso una desaparición completa de la esencia personal? ¿Hay una reencarnación? Lo único que podemos afirmar es que nuestro conocimiento es nulo, y lo seguirá siendo, no hay más remedio. La fragilidad de la propia existencia es una dura carga, intelectual, espiritual, totalmente humana. No hay forma de escapar de ese sentimiento de abandono que nos da la ignorancia, como tampoco podemos escapar de la misma muerte. Todos hemos de morir, de desaparecer. Tal vez algunos logren conservar su nombre en la memoria de los hombres en los años venideros, pero nada más, la esencia desaparecerá.





*Fragmento de la publicación: Celaya Díaz, Eduardo (2013) “Reflexiones sobre la muerte” En El Fanzine del Cerdo Violeta No.5 Enterrados vivos. León, México, pp. 5-6.

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