martes, 22 de octubre de 2013

No hay mariposa sin oruga (Jesse J Coyote)*

El miedo al cambio es una condición humana tan arraigada como cualquier otro instinto primitivo. En el humano, este miedo, se traduce en inmovilidad.

El ser humano tiene una larga tradición histórica de sumisión, conformismo y rechazo al cambio. Al humano promedio le gusta la comodidad, generalmente elige el camino que le exige el mínimo esfuerzo  y está dispuesto a mantenerse agachado y arrodillado durante toda su vida, con tal de conservar intacto su estilo de vida cómodo y larvario.

Estas afirmaciones no son nada nuevo, en la psique del humano existe siempre conceptos similares que varían de una cultura a otra y se refuerza a través de un círculo infinito de pensamiento y acción (o más bien inacción. La realidad cotidiana lo comprueba. Más allá de la auto burla y auto compadecerse (que para eso el mexicano se pinta solo), no parece haber muchos que en realidad quieran el cambio y que estén dispuestos a hacer lo necesario para conseguirlo, el miedo se antepone.

Gráfico: Jesse J Coyote, "Sin título"

La transformación es necesaria para la revolución. El ser humano tiene que pasar por una etapa larvaria, después volverse capullo y finalmente transformarse en algo nuevo. Si bien el cambio comienza en el propio individuo, la revolución requiere que una vez terminado el proceso personal, este se expanda a otros, como ondas en un estanque. De poco a más, de uno mismo, a la familia, a los amigos, a los vecinos, al barrio, a la sociedad, al país, al mundo, y finalmente al universo.

Hablar de revolución no es necesariamente pensar en la sublevación armada y derramamientos de sangre. No se trata de quitarles el poder a unos para dárselo a otros; este  tipo de revolución ya se ha realizado muchas veces a lo largo de la historia y poco se ha logrado. El sistema se desmorona, aunque el ser humano se niegue a creerlo, y es el mismo quien permite su supervivencia, en lugar de asentarle el golpe de gracia.


No hay que tener miedo a dejar el estado larvario y de pasar al estado de capullo, es un sitio comparable al limbo en el que la claridad llegará, siempre habrá miedo y duda, equiparable a la incapacidad que tenemos para entender la muerte, pero es necesario llegar a ese estado. En el momento en que el ser humano llegue a ese grado de iluminación y termine ese periodo de capullo, estará en un estado  sublime, surgirán las mariposas multicolores y al principio se sentirán perdidas, pero enseguida encontrarán la luz, volarán hacia lo alto y se mezclarán con la energía del universo.




*Publicado originalmente en: Coyote, Jesse J (2013) ¨No hay mariposa sin oruga” En El Fanzine del Cerdo Violeta No.4. Antes de la revolución. León, México, p. 13.

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