lunes, 6 de febrero de 2012

Je suis Victoire, ou Défaite? (Laisa López)

 Hemos dado con un error editorial, exclusivo del momemento de  edición y maquetación. Pedimos disculpas a nuestra colaboradora, ya que este problema es ajeno a su texto: faltó un parrafo en la página 23 (aquí resaltado en violeta). Así que acá dejamos el cuento completo:




Je suis Victoire, ou  Defaite?***
Texto: Laisa López 
Pinturas: Claudio Montañez
Qué razón tiene Eusebio al cuestionarse: si hay una cerveza que se llama Victoria –de la cual, por cierto, soy fiel consumidora–  ¿por qué no hay otra con el nombre Derrota? ¿O fracaso?Pues bien, me llamo Victoria Mata. Y mi nombre, como el de la cerveza, poco tiene que ver con la vida que he llevado, más bien, todo lo contrario. Cuando muera, mi epitafio diría algo como: “Victoria: La mujer que se equivocaba en todo”. Sin embargo, sigo aquí, sujetándome de una cuerda que poco a poco se va deshilachando, desmembrándose como mis venas. Resisten.
Ahora que es evidente mi pesimismo, puedo decir que no siempre fue así. Yo no era así. En cambio, debo decir que, sí, toda esta fatalidad se ha configurado a lo largo de mi vida. En el camino. Cuando se busca la felicidad. Con motivos varios de grandes ilusiones. Con verdaderos ovarios. Hasta que, una madrugada cualquiera, caí en la cuenta de que no la podía ni rozar, ni siquiera verle a lo lejos. Ni el Prozac, ni mis homónimas me la han dado. Comienzo a convencerme de que, tal vez no existe, sino que, en cambio, es sólo una senda de la que nos aferramos en seguir. Lo que nos mantiene en pie cuando todo está severamente jodido.
Ese día, fue un sábado por la noche, me preparaba para salir. Alaciado: ¡al fin! Maquillaje: listo. Vestido oscuro sobre mi blanca dermis: también listo. Espero la llamada de mi amiga y justo cuando me encuentro con la idea de: Por qué siempre es tan tardada, caraj… ¡Ring-Ring! El teléfono me interrumpe. Es Emma para saber si estoy lista, le digo Sí, ya salgo. Y lo hago, y vuelvo a pensar: En el camino compraremos un six de Estrella y unos cigarros Camel. Y lo hacemos. Emma sólo fuma cuando bebe, y fuma de la buena, para entonces, yo ya llevo el quinto cigarrillo del día y el sexto esfumándose entre mis labios.
Por la tarde, Emma había regresado de un largo viaje por el sureste del país. Últimamente se halla en una especie de mímesis que la asemeja a una hippie: me contaba que había conocido todos los temazcales de Chiapas, Tabasco y hasta de poblados guatemaltecos. Compró una bicicleta pues dice Es el mejor medio de transporte: no contamino, no gasto y me ejercito. Incluso, regresó diciéndome No más tacos de pastor terminada la estancia en el bar, hasta se hizo vegetariana ¡por Dios! Porque debo contarles que la vi tragar hasta 10 de esos taquitos oaxaqueños, con doble tortilla. Ahora mismo me dice: Intenta vivir alejada del estúpido consumo, yo ya. La escucho y me parece contradictorio, hablar del temazcal y de las cubas con ron y Coca cola, simultáneo. Estas actitudes comenzaron hace, si acaso, unos meses ¿cuatro? no sé, que es el tiempo que yo llevo con mi chico. A raíz de esto, fue que nos empezamos a distanciar. En aquel entonces: Yo con zapatos  rojos y  vestido negro. Ella con vestido rojo y zapatos negros.
Llegamos a la fiesta. Sólo diez personas. Saludamos penosamente, aún no tenemos el valor (etílico) para comportarnos de la manera que lo hacemos cada fin de semana. Los chicos nos buscan. Se me acercan como pirañas -Te invito una copa, ¿Un tabaco? ¿Quieres bailar?-, pero la sola idea de estar con alguien más después de él me causa repulsión. Así, conforme pasan los minutos, la cosa se hace cada vez más divertida. Y después del six de Estrella y dos cubitas llega él: Federico. Nuestra relación es como diría el incómodo Facebook: “Una relación complicada”, pero por algunos motivos indescifrables, yo lo quiero. Después de un par de horas de chachareo, el alcohol ya ha hecho efecto, más de lo debido, le digo a Federico que nos vayamos, él aún no quiere irse y en cambio me dice:
– ¿Quieres otra cerveza?
–Sí, pero de cualquier forma quiero irme. Me siento mal Federico, últimamente me mareo muy seguido,  y tengo agruras, supongo es por beber más de lo normal –Digo yo.
–Te ves guapa ¿qué hacemos? ¿Será que podré rescatar la noche? –Responde él.
–Sí,  pero vámonos de aquí, que sean dos cervezas para el camino. Las guardaré en mi bolso –Le contesto yo.
Y nos fuimos, caminando por la Calzada, no recuerdo de qué hablábamos. Reíamos y bebíamos como Henri Chinaski y compañía. No sabría explicar quién era quién. Él se balanceaba de un lado a otro, supongo que yo hacía lo mismo. Caminamos largo rato, al menos eso me pareció. Llegamos a su casa, sucedió lo inevitable…, nada que no haya pasado antes ¿Después? Tenemos una discusión, al parecer sin motivos, o al menos no los recuerdo –las borracheras siempre tienen ese momento en declive-, y antes de terminar con mi discurso… él se queda dormido. ¿Y yo? Yo no puedo, me siento mal, las lágrimas oscurecidas cubren todo mi rostro, nunca me había sentido tan sola.
Cuando despierto él ya está preparando el desayuno y un par de micheladas, se percata de mi estado en proceso de  descomposición y se acerca, me abraza y me da un beso. Entonces, olvido momentáneamente lo ocurrido de madrugada y, se han dado cuenta, así es nuestra dinámica: mecánica. Mientras comemos, pienso en si nuestra relación sólo es un juego que los dos hacemos para satisfacer nuestras necesidades individuales, o no. Para no salirnos de esa senda añorada, o sí.
Horas más tarde, me voy caminando a casa. Sola. Harta de esa dinámica. Entro sigilosamente. Mientras estoy atrincherada en mi recámara, escucho que mi madre abre la puerta de la fachada, se va. Aprovecho para salir y tomarme algo para la cruda. La resaca es insoportable. Entretanto, me cuestiono ¿Por qué continuo entre cuchillos filosos? Y, pero ¿qué puede hacer alguien cuando están, como vecinas, la soledad, el miedo, la angustia, las peleas, los gritos? Bajo esas circunstancias, el alcohol, constante, no parece tan mala opción para yuxtaponerlo como mi roommate.
Camino de un lado a otro, siempre topándome con alguna de las paredes de mi habitación. Tengo un par de días sin conseguir dormir. Seis llamadas perdidas en mi celular, son de Federico. Vuelve a sonar, es él, otra vez, no contesto, enseguida le mando un mensaje: Ya no te amo. Siento que la cabeza está a punto de estallarme; lloro, río, grito, todo sincronizado. En una de las esquinas de esas cuatro paredes, comienzo a quemar fotos, y demás cosas que encuentro, todas, recuerdos de él. Se empiezan a incendiar junto con las cortinas y mis cuadros, y yo me siento en el centro de la habitación a contemplar el espectáculo. Poco a poco las llamas comienzan a transmutar todo, se acercan hacia mí. Puedo respirar el final y aun así me siento tranquila, cierro los ojos y espero. Sólo espero... preguntándome ¿Será que podré renacer de entre las cenizas?
Mientras estoy en pleno trance, me parece escuchar un sonido repetitivo, insistente, importuno. Es el timbre del teléfono, una vez más. No lo atiendo, estoy en lo mío. Después de varias llamadas continuas, entra el contestador, en automático, y una vocecilla aguda que interrumpe mi anhelado momento, dice:
 -¿Victoria? Soy Emma. We, estoy aquí afuera de tu casa. ¿Por qué está saliendo tanto humo de ella? Victoria sal, me encontré algo que te va a gustar, vamos a beber.
Sus palabras me han regresado a la realidad. Medio mareada. Medio somnolienta. Cada vez hay menos oxígeno. Cierro los ojos de nuevo pero ya no puedo regresar. Me hago consciente de mi cuerpo, de la sed que tengo y lo único que se me viene a la cabeza es la imagen de una cerveza, se me hace agua la boca. Inmediatamente, me paro y corro hacia la puerta, en tanto, siento el calor en mis piernas, algunas llamas rozan con mi piel. Cinco minutos: salgo de casa llena de tizne y con la ropa hecha trizas. Emma está sentada en la acera de enfrente y me pregunta que por qué huelo a carne asada. Nos vamos caminando mientras aquello se hace cenizas. Ese fue el apocalipsis de mi pasado, nunca más lo he vuelto a ver. Ahora sigo haciendo lo mismo de antes pero un poco mejor, así que Victoria ou Fracaso? Appelez-moi comme vous voulez.



***Publicado originalmente en López, Laisa (2012). "Je suis Victoire, ou Défaite". En El Fanzine del Cerdo Violeta No. 1. Enero. Apocalipsis ¿Ahora? León, México. pp. 22-24.


No hay comentarios:

Publicar un comentario