martes, 9 de septiembre de 2014

Gramsci, i partigiani y los indiferentes (Eduardo D. Aguiñaga)*

Antonio Gramsci ha sido una de las mentes más brillantes del mundo del siglo pasado, dejando un maravilloso legado por muchos años vital, todavía en la actualidad, en temas teóricos que oscilan de entre la organización de la cultura (hegemonía y subalternidad), el folklore (cultura de las clases subalternas o las tradiciones populares), la emergencia de nuevos intelectuales (quienes deberían construir la sociedad) obreros que impulsaran el desarrollo integral del pueblo y no sectorial, la consciencia de clase, a la noción de partido político (hombres comunes disciplinados y fieles + Elementos cohesivos que centralicen, disciplinen e inventen a los primeros + Articuladores físico-morales-intelectuales entre ambos) y/o las diferentes críticas (re)constructivas hacia figuras que, a su vez, habían forjado la esencia de su pensamiento […]

[…] Resulta Interesante, a propósito de los que toman partido y de los que no, un manifiesto publicado en La Città futura, en 1917, veinte años antes de su muerte y cinco antes de la explosión del fascismo, en el cual, Gramsci, funge ya no como vidente sino como constructor de un futuro que resultaba, al menos para él, más que evidente bajo las condiciones hostiles y la actitud de comodidad –de las clases pudientes– y/o pereza –de los que se quejan y, sin embargo, nunca hacen nada– de los ciudadanos, a quienes les hace un furioso reproche y llamado de atención en Indifferenti; aquí a continuación (traducción propia):


Odio a los indiferentes. Creo que, como Friedrich Hebbel, "vivir quiere decir ser partigiani". No pueden existir solamente los hombres, los extraños a la ciudad. Quien vive verdaderamente no puede no ser ciudadano sin tomar partido. La indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por lo tanto, odio a los indiferentes.

[…] La fatalidad que parece dominar la historia no es más que otra apariencia ilusoria de esta indiferencia, de este absentismo. De los hechos maduran, en la sombra, pocas manos, sin vigilar desde ningún control, tejen la trama de la vida en comunidad, y la masa ignora, porque no se preocupa. Los destinos de una época son manipulados según las visiones restringidas, los propósitos inmediatos, ambiciones y pasiones personales de pequeños grupos activos, y la masa de los hombres ignora, porque no se preocupa. Pero los hechos que han madurado vienen a conducir; pero la tela tejida en la sombra llega al cumplimiento: y entonces parece ser la fatalidad que abruma todo y a todos, parece que la historia no es sino un enorme fenómeno natural, una erupción, un terremoto, del cual se mantienen siendo víctimas todos, quien ha querido y quien no ha querido, quien sabía y quien no sabía, quien haya sido activo y quien haya sido indiferente. Y esto último se irrita, querría sustraerse a las consecuencias, querría apareciese claro que él no ha querido, que él no es responsable. Algunos lloriquean piadosamente, otros maldicen obscenamente, pero ninguno o pocos se preguntan: ¿si hubiese también yo hecho mi deber, si hubiese buscado hacer valer mi voluntad, mi consejo, habría sucedido lo que ha sucedido? Pero ninguno o pocos se culpan por su indiferencia, por su escepticismo, por no haber dado su brazo y su actividad a aquellos grupos de ciudadanos que, precisamente para evitar aquel mal, combatían, para procurar aquel bien que se proponían.


Gráfico: Eduardo De Aguiñaga
 […] Odio a los indiferentes, también, pues me aburre su lloriqueo de eternos inocentes. Exijo cuentas a cada uno de ellos sobre el cómo elaboran la tarea que la vida les ha puesto y les pone cotidianamente: ¿qué han hecho, y sobre todo, qué no han hecho? Y siento que puedo ser inexorable, sin deber derrochar mi pena ni compartir con ellos mis lágrimas. Soy partigiano, vivo, siento, en las conciencias viriles de mi parte, ya pulsar la actividad de la ciudad futura que mi parte está construyendo. En ella no hay ninguno que esté en la ventana sólo observando mientras otros pocos se sacrifican, desangrándose en el sacrificio; en tanto ése, que está en la ventana, emboscado, quiere beneficiarse del poco bien que la actividad de los pocos procura y desfoga su desilusión criticando al sacrificado, al desangrado que no ha tenido éxito en su intento.

Vivo, soy partigiano. Por lo tanto odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes. […]











*Fragmento de la publicación: D. Aguiñaga, Eduardo (2013) “Gramsci, i partigiani y los indiferentes” En El Fanzine del Cerdo Violeta No.4. Antes de la revolución. León, México, pp. 9-12.

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